Daniela Zambrana Luján I ENSAYO I BOLIVIA
La autora boliviana analiza el trabajo de cuatro autores Mamani, Jiménez, Urquiola y Gutiérrez, quienes gracias al tema en común que los une, la familia, toman la posta de la narrativa boliviana.
Hay en la literatura boliviana un recambio dentro de la misma generación. Se habló mucho de los nombres de Liliana Colanzi, Sebastián Antezana, Maximiliano Barrientos y Rodrigo Hasbún. Pero ellos tras su estabilización como escritores nuevos en el ámbito de las letras en Bolivia, sobre todo dedicados a la prosa, lo que hicieron fue aprovechar su momento y colocarse en una situación de privilegio mediático y editorial. Lo cual implica un acartonamiento en sus formas y maneras de ver la literatura y sobre ellos, los premios, ediciones y reconocimientos por medio de traducciones no hace sino demostrar que adquirieron rango de titulares. Pero de un tiempo a esta parte escritores como Rodrigo Urquiola, Gabriel Mamani, Christian Jiménez Kanahuaty e Iván Gutiérrez están demostrando que el cambio es posible.
No es sólo un cambio de nombres, lo es también en cuanto a la profundidad de sus temas y en relación al tipo de ejercicios que realizan a la hora de establecer sus temas. Todos ellos cruzados por el tema de la familia están construyendo novelas y libros de cuentos que abordan la memoria de lo familiar. Pero lo hacen desde distintas áreas. En principio como el reconocimiento del propio nombre, luego como sabedores de un contexto social. Sus personajes, a diferencia de los desentrañados por los cuatro nombrados al principio, sí colocan a sus personajes en contextos específicos. Si bien Barrientos y Colanzi han apostado por esto en sus últimos trabajos, aún sus historias son el centro de atención y el contexto parece ser más un pretexto que un reconocimiento de una geografía o de un espacio histórico.
Sin embargo, los cuatro nombres que forman esta segunda fila constituyen miradas más cercanas, íntimas, subjetivas y concretas sobre el país, la familia, el capital y la migración. Aspectos con los cuales los primeros cuatro no se pelean salvo excepciones esporádicas.
En ese sentido, la construcción verbal también es una apuesta de los últimos cuatro, siendo Jiménez Kanahuaty el más fecundo entre todos, debido a que centró su tema en el modo en que las familias se arman y desarman a través del tiempo. Sin embargo, Urquiola y Mamani también apuestan por novelas y cuentos complejos en los que existe cierto aire de pobreza, miedo, deseo y falta de autoestima. Tanto en sus personajes como en la mirada del narrador con respecto a su entorno. Es como si hubiese en sus textos algo que los traiciona y los hace incapaces de ver el desarrollo futuro de la historia, tanto porque es desconocida como porque ella misma los expulsa de su trama.
El más premiado de estos cuatro es Urquiola, con cuentos y libros distribuidos en varios países y que cuenta, además, con algunas traducciones. Mamani, en cambio, tras su cambio de sello editorial tiene más oportunidades para ser publicado en España y con nuevas traducciones. Tanto Gutiérrez como Jiménez están aún publicando solamente en sellos nacionales, aunque cuentan con algunas traducciones y ciertamente su trabajo ha sido incluido en algunas antologías.
No obstante, el tema es pensar a estos cuatro autores no tan distantes entre sí en cuanto a su temática, pero sí en relación a la estructura que plantean libro a libro. Los más experimentales parecen ser Gutiérrez, Jiménez y Mamani que libro a libro desarrollan un estilo distinto en cuanto a la búsqueda formal de la historia que se mueve, incluso destrozando el tiempo lineal y planteando recursos que tampoco se restringen al uso de una sola o un mismo punto de vista en la historia. Hay cierta agilidad verbal y rítmica en sus frases, parecería que más heredadas de la música que del cine, aunque Gutiérrez es ciertamente el que a nivel visual se anima a más. Pero no por ello los demás descuidan el tratamiento de las palabras con respecto de la página en blanco.
Finalmente, la familia es el tema que tocan y piensan desde su origen hasta su quiebre. En algunos de ellos lo que hay es un esfuerzo por sostener el mito de la familia como seno y lugar de origen en el sentido que alimenta la sociedad y sus características. En cambio, en los otros dos, hay en su trabajo un reproche hacia la familia y la desmitificación de la felicidad como nudo central de toda relación familiar. No es casual que el divorcio, el incesto, y la orfandad sean temas recurrentes en sus libros.
Una vez más, hay que estar atentos a estos cuatro últimos nombres, porque al parecer está en ellos el destino de la prosa nacional. Lo que hacen no es sino conjugar el pasado con el presente, pero sin los reflectores mediáticos de la generación anterior ni las instancias mediáticas de los primeros cuatro que hemos nombrado en este texto. A pesar de ello, la intención parece ser clara: demostrar que la diversidad narrativa proviene de los espacios no visibles, y que los nombres son mucho más interesantes cuando se abre el espectro y se revisa aquella literatura que no parece tener mucha repercusión en la crítica ni en la reseña.
Habrá que esperar un tiempo más para ver lo que las generaciones de narradores en Bolivia logran hacer con sus distintos libros e historias, para corroborar ciertas ideas e hipótesis que se pueden tener en cuanto al recambio estético, de temática y de nombres en la nueva generación de escritores en Bolivia. Como si dentro del cambio sucediera otro cambio, o como si al interior de una generación existiera una de vanguardia y otra de retaguardia. Aquí, al menos, de momento, parece que lo interesante está sucediendo en la retaguardia, es decir, en los cuatro autores que conforman la segunda línea.
SOBRE LA AUTORA
Daniela Zambrana Luján (Cochabamba, Bolivia). Es educadora, licenciada en educación. Su trabajo se desempeña en el campo de la docencia, la investigación sobre literatura boliviana y la elaboración de proyectos educativos.
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