CHRISTIAN JIMÉNEZ KANAHUATY
El narrador es un hombre que abriga en su cuerpo
la espesura del mar,
aunque nunca se haya animado a nadar.
Para él lo importante es la inmensidad,
el resplandor agotador del sol
que descubre entre los edificios,
inundando las oficinas.
En ellas viejas computadoras arrojan estadísticas,
aquel exabrupto de la democracia.
Y mientras imprimen resoluciones de suma importancia,
manos arrugadas de hombres
parten un pan
abrigados por puentes de azul concreto.
Mi padre de otro tiempo
dicta a su teléfono las tareas del día
y mi madre,
que está cansada de barrer,
pide a gritos que nos mudemos al sur.
Quizá en una casa pequeña
la vida sea sosegada.
Se silencien los gritos
y los golpes queden como cosa del pasado.
Puede que todo sea parte un sueño;
Blancos y nocturnos
quedan los cuerpos
que alguna vez jugaron con la roja arena de las construcciones.
Cada nación
congrega su propia traición.
También los recuerdos gestan
soledades,
imposibles de nombrar.
Y los poemas,
los poemas,
no están hechos para sacar cuentas
ni tomar revancha.
Así que,
mientras la lluvia cae
acumulándose en los bordes de las aceras,
guardo la ropa en la antigua mochila;
ahora sé que el tiempo corre.
Y me despierto con el resplandor,
asisto al nacimiento del sol
por última vez dentro de esta latitud.
¿Luego?,
¿quién sabe?
Vagar, perderme, olvidar.
Conocer más allá de la estrella polar;
incursionar en el mito
para escribir un libro:
uno de tantos que terminará
alimentando el fuego
en noches lejanas
saturadas con el hambre del pasado.
A lo lejos los amigos extienden sus pañuelos,
me miran como si dijeran algo con las sonrisas
en sus zapatos el barro más preciado,
y en las cabezas, las esperanzas de siempre.
Amigos que buscan dinero,
o el poema perfecto,
tal vez, el amor verdadero,
o quién sabe,
el negocio que, por fin, les arrebate la pobreza
de saberse estafados por haber nacido
en un siglo como el nuestro.
Fuera de los colegios
en plena esférica y somnolienta ciudad,
los jóvenes esperan que la juventud regrese.
Les fue arrebatado el año y los suspiros,
sólo quedan la sangre corriente y el ansia perpetua;
dentro de poco, se verán al espejo,
-indomable traidor-,
y cobrarán venganza con mano propia.
En los periódicos
la noticia será como agua pasada,
ella también envolverá el pan y los pescados.
No hay destino para el verbo
sólo cárceles de la memoria
y silencios que brincan como centellas de San Juan.
SOBRE EL AUTOR
Christian Jiménez Kanahuaty (Bolivia) ha publicado dos novelas, "Invierno" (2010) y "Te odio" (2011), con la Editorial Correveidile. La novela "Familiar" (2019) fue publicada por Editorial 3600. Su más reciente obra se titula "Paisajes" (Ediciones E1, 2020). Ha contribuido con su poesía a varias antologías como "Cambio Climático, panorama de la joven poesía boliviana" (Fundación Patiño-Bolivia); Tea Party I (Cinosargo editores-Chile), Traductores del silencio (Sanatorio editores-Perú) y Sucia Resistencia (Ed. Groenlandia, España).
Varios cuentos suyos han sido publicados en antologías como "La nueva generación" (Ed. Correveidile-Bolivia, 2012) y "de Imposibilidades posibles" (Ed. Kipus-Bolivia, 2013). "Nuevos Gritos Demenciales, antología del cuento de terror" (Ed. 3600. La Paz, 2011), "Una espuma de música que flota. Antología de cuento Bolivia-Ecuador" (Editorial Jaguar, 2015) y en la revista Intravenosa de Argentina.
Dentro de su obra de no ficción destacan el libro "Ensayos de memoria" (Autodeterminación, 2014), "Bolivia. El campo académico, cultural y artístico 2003-2016" (Autodeterminación, 2017), "Movilización indígena por el poder" (Autodeterminación, 2012), La maquinaria andante (Abya-Yala, 2015) y Distorsiones del colonialismo (Autodeterminación, 2018). Sus últimos trabajos publicados son el ensayo titulado "Roberto Bolaño, una apropiación" (2020).
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