MOIRA BAILEY J.
El mundo no existiría si no pudiese ser nombrado, ni las cosas tendrían vida si no pudiésemos darles un nombre, parecería ser la premisa que subyace bajo la escritura de Las bodas elementales (Editorial Subjetiva, 2021), un libro de poemas que subraya ante todo el encuentro entre elementos que aparentemente no se parecen, la unión de dos puntos antes alejados. Se trata de un gran canto a la vida que transita ligero y ágil, a paso de conejo, pero también se detiene y contempla los abismos, lo inasible, aquello que se escapa permanentemente de las manos de quien pretende comprender.
Nombrar es agarrar, atrapar, hacer que las cosas no se escapen de nosotros antes de haber tomado plena conciencia de su existencia. El juego aquí consiste en hacer un esfuerzo por descifrar los hechos cuando se presentan ante los ojos, y es menester nombrarlos para sentir que no se escapan del todo mientras los años pasan. Dividido en tres partes, el poema empieza con una conversación entre dos hermanos que se alejan sin querer, pero que permanecen unidos por ciertos hilos invisibles que los vinculan, como los hechos de distintos tiempos, que de pronto comulgan generando nuevas formas de comprensión. La música se expande, el sonido crece y con ellos, los años se llevan consigo algo de nosotros, huyen lejos de la vista, refugiados en su madriguera, indican desde la oscuridad el camino que no volveremos a pisar.
En Paisaje, novela que rompe la lógica verbal con envidiable tranquilidad y parsimonia, Christian Jiménez Kanahuaty había mostrado ya una de sus principales virtudes, hacer que muchos tiempos logren una extraña convivencia que fortalece los lazos con la vida, con todas las horas en las que se va gestando una experiencia. El hubiera se torna crucial: lo que importa es lo que pudo haber sido, lo que otros pudieron haber hecho, no sólo lo que hicieron en verdad. El modo condicional y el tiempo futuro se confunden, como se confunden caótica y armoniosamente las memorias de lo que quedó atrás. Lo hipotético y lo real no conocen frontera dando así una nueva perspectiva con la que enfrentar los hechos. La vida no es abismo, es sutil melancolía dice un verso, advirtiendo sobre el vacío que se apodera de nosotros como las nubes negras se apoderan cielo.
El oficio consiste en registrar el paso del tiempo, junto con el infructuoso ejercicio de tratar de detenerlo, o por lo menos de dejar su paso constatado en algún lugar. "Siempre habrá tiempo para que volviendo la vista atrás veas en lo que te convirtieron los años remotos. Quien eres es el resultado de la angustia fugitiva de los sueños que no se cumplieron”. Hay un diálogo constante, no solo de los hermanos, y el trabajo de la escritura dirige de algún modo el trazo que tomarán las secuencias de la vida.
Todo confluye en este libro de poemas construido por fragmentos, tonadas de canciones, vivencias de otro tiempo que vuelven a hacerse presentes sin que se sepa realmente quién las incita. Hay una mirada adolescente, pero a momentos se torna sabia y reposada. Como en una Teogonía, están las voces de otras épocas conversando al igual que los dioses de diferente jerarquía. El rimo es el de un canto melodioso, mientras el poema logra resumir varias veces todos los tiempos en un solo instante.
SOBRE LA AUTORA
Moira Bailey Jáuregui (Bolivia) es licenciada en literatura latinoamericana por la Universidad Iberoamericana, (México) y magister en letras modernas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es autora del libro de ensayos titulado Viaje a lomo de tigre, publicado por E1 ediciones el 2015.
Comentarios