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Foto del escritorVerónica S. Tejerina Vargas

Kafka-Shelley y sus monstruos


Verónica Stella Tejerina VargasI ENSAYO I BOLIVIA



El ensayo "Kafka, Shelley y sus monstruos" conmemora los 100 años de la muerte de Franz Kafka, explorando similitudes y diferencias entre "La Metamorfosis" y "Frankenstein". Ambos autores crearon monstruos que reflejan sentimientos de incomprensión y rechazo. Gregorio Samsa se convierte en un insecto, mientras que Frankenstein es un ser creado por partes de cadáveres. La repulsión hacia ellos simboliza la crueldad humana hacia lo diferente. A pesar de sus grotescas formas, ambos personajes mantienen cualidades humanas.


Ilustración: Verónica Stella Tejerina Vargas
“Creo que deberíamos leer sólo el tipo de libros que nos lastimen y apuñalen. Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un golpe en la cabeza, ¿para qué lo estamos leyendo? ¿Para qué nos haga felices, como dice tu carta? Dios mío, seríamos felices precisamente si no tuviéramos libros, y el tipo de libros que nos hacen felices son el tipo que escribiríamos nosotros si tuviéramos que hacerlo. […] Pero necesitamos libros que nos afecten como un desastre, que nos duelan profundamente como la muerte de alguien que quisimos más que a nosotros mismos, como estar desterrados en los bosques más remotos, como un suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo.” (Franz Kafka. 1883-1924)

 

Conmemorando los 100 años de la muerte de Franz Kafka el 3 de junio de 1924 (Austria), así como la fecha de su cumpleaños en el mes de julio 03 de 1883 (Praga), nos maravillamos con la genialidad y sensibilidad de su obra, especializada para crear personajes y situaciones extremas. Asimismo, al leer detenidamente una de sus obras cumbre es que nos preguntamos: ¿se pueden tejer similitudes y diferencias entre La Metamorfosis de Franz Kafka y la obra Frankenstein de Mary Shelley? Para respondernos, identificaremos algunas características de dos de los monstruos más repulsivos y enigmáticos de la literatura, pero que nos enseñan mucho de los sentimientos de bondad y humanidad, elementos que, en muchos de los casos, no están presentes en los seres humanos “normales.” Por tanto, en este escrito se buscará visibilizar algunos fragmentos a modo de puentes o abismos, generando un diálogo entre autores y creaciones.


 1. Aspectos que comparten ambos autores y personajes


Mary Shelley y Franz Kafka. Fuente: internet

1.1. Sentirse como un bicho raro o un ser monstruoso

Franz Kafka (1883) y Mary Shelley (1797) pertenecieron a tiempos distintos. Sin embargo, al ver sus retratos ambos esconden, en la profundidad de sus ojos, un gran parecido, y algunas similitudes físicas pues: fueron de delgada y frágil constitución, fueron de una pronunciada palidez que les otorgaba un halo de misterio y sufrieron de constantes problemas de salud. A simple vista, podrían pasar por parientes por sus finas facciones. No obstante, la principal característica no física que los hermana fue la de experimentar, cada uno a su manera, que no encajaban en su entorno, sintiéndose en el caso de Franz Kafka como un bicho raro y en el caso de Mary Shelley como un ser monstruoso. Así lo podemos corroborar en las siguientes palabras:

 “Kafka entendía que su vida estaba marcada por los desaires y la indiferencia. Se sentía un desarraigado, un ajeno a su entorno y al de su familia. Tenía la convicción de ser una persona que incomodaba. En: “Carta al padre”, escrita en 1919, Kafka reveló con dolor y angustia que su padre[1] lo consideraba un parásito, un bicho que no aportaba con nada a su familia y que más bien era una carga para todos.”(1)  

 

“El miedo de la época a las nuevas ideas hizo que los periódicos tildasen a la madre de Mary de “hiena con faldas” o que la propaganda conservadora describiera a su padre como “uno de los más grandes monstruos de la historia”[2], mientras Shelley, Mary y otras personas de su entorno eran llamadas “las semillas de los monstruos.”(2)

De esta manera, Franz Kafka y Mary Shelley advirtieron, por diferentes caminos, el mismo sentimiento de incomprensión. En Kafka, el desamor de su entorno más cercano como el de su familia. En Mary Shelley, el desprecio social a causa de ser hija de padres intelectuales que rompían con el pensamiento establecido. Familia y sociedad, ejercen aquí, la cárcel que oprime, el dolor que lacera y que sumió a nuestros autores en la creación de obras que reflejaron lo grotesco en las características de sus monstruos: Gregorio Samsa convertido en un gran y repulsivo bicho en La Metamorfosis y Frankenstein en la obra de Shelley, el monstruo de grandes proporciones hecho de retazos y partes de cadáveres, la representación misma del mal y la abyección.


1.2. Repugnancia ejercida hacia Gregorio Samsa y Frankenstein

Franz Kafka y Mary Shelley percibieron en carne propia el desprecio ejercido por la familia o la sociedad conservadora, las jerarquías y la dureza social, así como el entorno y los hechos históricos que les tocó vivir. Estas experiencias personales fueron el germen primordial para la creación de dos de sus personajes emblemáticos. Así, Gregorio y Frankenstein son la encarnación de lo despreciable y asqueroso a causa de su fealdad, por su condición alejada de la especie humana. Aquí mostramos algunos fragmentos que lo visibilizan:

“El padre amenazó con el puño, con expresión hostil, cual si quisiera empujar a Gregorio hacia el interior de la habitación; volvióse luego, saliendo con paso inseguro al recibimiento, y, cubriéndose los ojos con las manos rompió a llorar de tal modo, que el llanto sacudía su robusto pecho.”(3) 
 “¡Ay! Ningún mortal sería capaz de soportar el horror de aquel semblante. Una momia reanimada no podría ser tan horrorosa como aquel infeliz. Lo había ido observando atentamente mientras aún estaba por acabar, y era feo; pero cuando aquellos músculos y articulaciones fueron capaces de moverse, se convirtió en algo que ni el mismo Dante hubiera podido concebir.”(4)

 

Un elemento importante en ambas citas es la crueldad humana frente a lo monstruoso, el rechazo a todo lo que es diferente. En el caso de Gregorio su metamorfosis es considerada como una desgracia o una enfermedad, de la cual su familia, asqueada, espera que se reponga. A su vez, en Frankenstein, la gloria que significaba traer un cuerpo inerte a la vida, razón de festejo, dio lugar al rechazo y al repudio del creador, al ver tremendo engendro. Por ende, ambos personajes sufrieron las acciones de un entorno hostil que quería que su existencia fuera transformada o extinguida.


1.3. Lo humanamente monstruoso

La repentina metamorfosis de Gregorio Samsa en un insecto, en un bicho grande con vientre abultado e inquietas patas, toma por sorpresa al personaje, que no entiende la causa de esta abrupta transformación. Él es un humano atrapado en un cuerpo extraño, pero sigue pensando como humano, tiene recuerdos humanos. Empero, pese a su grotesca forma, Gregorio quiere seguir ayudando a su familia,  aligerar la angustia y el espanto que produce verlo, como lo manifiesta esta cita:

“Ello le dio a entender que su vista seguía siéndole insoportable a la hermana, que le seguiría siendo y que ésta había de hacer un gran esfuerzo de voluntad para no salir también corriendo al divisar la pequeña parte del cuerpo que salía por debajo del sofá. Y, a fin de ahorrarle incluso esto, transportó un día sobre sus espaldas —trabajo para lo cual precisó cuatro horas— una sábana hasta el sofá, y la dispuso de modo que le tapara por completo y que ya la hermana no pudiese verle, por mucho que se agachase.”(5)

Gracias a este fragmento nos percatamos que Gregorio, pese a verse como un bicho, tiene emociones humanas, piensa en su familia, se conduele por ellos. Además de cargar con lo duro de su condición, no pierde el afecto y las consideraciones para con su entorno. Él, el grotesco bicho, no se deshumaniza; al contrario de su familia, que con el paso del tiempo lo hace, sumiendo a Gregorio en la obscuridad y la desidia, como aquí queda en evidencia:

“La hermana no se preocupaba ya en idear lo que más había de agradarle; antes de marchar a su trabajo, por la mañana y por la tarde, empujaba con el pie cualquier comida en el interior del cuarto, y luego, al regresar, sin fijarse siquiera si Gregorio sólo había probado la comida —lo cual era lo más frecuente— o si ni siquiera la había tocado, recogía los restos de un escobazo. El arreglo de la habitación, que siempre tenía lugar de noche, no podía asimismo ser más rápido. Las paredes estaban cubiertas de mugre y el polvo y la basura amontonábanse en los rincones.”(6)

 

Por otro lado, el desagradable aspecto de Frankenstein contrasta grandemente con su marcada sensibilidad y profundo raciocinio y sabiduría. Esta abominación tuvo que descubrir por cuenta propia el abandono de su creador, tuvo que aprender a articular palabras, a comprenderlas y a leer; es en soledad que se fue cultivando. En consecuencia, descubrió la terrible verdad de su origen. A continuación, rescatamos algunas de las sentidas palabras de un monstruo, más humano que su humano y cobarde progenitor:

“Si carezco de vínculos y afectos, el odio y la maldad han de ser por fuerza mi única salida. El amor eliminaría la razón de ser de mis crímenes y me convertiría en alguien cuya existencia ignoraría todo el mundo. Mis maldades son hijas de una soledad impuesta, que aborrezco, y seguro que mis bondades aflorarán cuando viva en comunión con un igual.”(7)
“Estoy solo y me siento desgraciado, los hombres no quieren relacionarse conmigo, pero alguien tan deforme y horrible como yo no me rehusaría. Mi compañera ha de ser de mí misma especie y tener mis mismos defectos. Debéis crear un ser de esas características.”(8)

La necesidad de afecto, aceptación, compañía y amor, todos requerimientos humanos, son demandados por Frankenstein, el monstruo que sufre su soledad y maldad, buscando el antídoto en una compañera,  anhelando una vida apacible alejada de la muerte y el desprecio a la que le confinó su padre creador. La criatura, en este caso, enfrenta la inconsciencia y crueldad del inventor, que no pensó en los efectos de sus actos. Una lección de humanidad e intento por dar solución al problema de su existencia, que no tuvo respuesta en su progenitor, quien sólo se limitó a despreciarlo y a buscar su aniquilación.


2. Diferencias entre ambos personajes

2.1. El lenguaje como elemento que une o separa

Un hecho que nos hace reflexionar es el rol de la palabra como acción que une o separa. En ambas obras es inevitable prestar atención a este acto, el acto del habla. Gregorio Samsa es el que más sufre su transformación, la que viene seguida de la pérdida gradual del habla, mas no del pensamiento, ya que él puede escuchar sus reflexiones en su mente. El problema se hace evidente al momento de tratar de comunicarse con su familia, ya que su cuerpo es la mayor barrera para hacerlo. A continuación, algunos ejemplos:

“—Gregorio— dijo una voz, la de la madre—, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a marchar de viaje? ¡Qué voz más dulce! Gregorio se horrorizó al oír en cambio la suya propia, que era la de siempre, sí, pero que salía mezclada con un doloroso e irreprimible pitido, en el cual las palabras, al principio claras, confundíanse luego, resonando de modo que no estaba uno seguro de haberlas oído.”(9)
“Tienes que ir en seguida a buscar al médico; Gregorio está malo. Ve corriendo. ¿Has oído cómo hablaba ahora Gregorio? —Es una voz de animal —dijo el principal que hablaba en voz extraordinariamente baja, comparada con la gritería de la madre.”[…] Gregorio, empero, hallábase ya mucho más tranquilo. Cierto es que sus palabras resultaban ininteligibles, aunque a él le parecían muy claras, más claras que antes, sin duda porque ya se le iba acostumbrando el oído.”(10)

En Frankenstein es diferente. El habla está presente, pues este monstruo puede reflexionar, exigir, pedir, amenazar, suplicar o buscar conmover a su progenitor. Es gracias a esta capacidad de comunicarse que crea un lazo de amor-odio con su padre creador. De igual manera, esta habilidad es la que le permite comprender lo que otros dicen y así ampliar sus conocimientos, como aquí se percibe:

“Me di cuenta de que aquella gente poseía un método de comunicarse sus experiencias y sentimientos por medio de sonidos articulados. […] No puedo expresar la alegría que sentí cuando comprendí las ideas correspondientes a cada uno de estos sonidos y fui capaz de pronunciarlos. Distinguía varias palabras más, sin todavía ser capaz de entenderlas o aplicarlas, tales como bueno, queridísimo, infeliz.”(11)

Efectivamente, en Frankenstein, gradualmente la voz del monstruo es potente y sentida. Sus reflexiones inundan el libro y nos hacen condolernos con su historia, vivenciando su dolor, su soledad; conmovernos con sus aprendizajes y con su transformación hacia el odio y la venganza que emergen de la capacidad de pensar, comprender, leer y comunicarse. Así lo muestra esta cita:

“Me sentía enfermo a medida que leía. “¡Odioso día aquel en que recibí la vida, exclamé angustiado!”¡Maldito creador! ¿Por qué diste forma a un monstruo tan espantoso que incluso tú te apartas de mí asqueado? Dios en su misericordia creó al hombre bello y atractivo, a su imagen y semejanza; pero mi figura no es más que una inmunda copia de la suya, más horrorosa todavía por esta misma semejanza. El propio Satanás tenía compañeros, seres diabólicos, que lo admiraban y lo animaban; yo, en cambio, soy un ser solitario y aborrecido.”(12)

2. 2. Añorando lo perdido: el calor de un hogar

Una de las diferencias principales en ambos libros es la experiencia de haber sido parte de un hogar, vivencia que experimentó Gregorio Samsa antes de su metamorfosis. Al ser el hijo mayor, éste se hizo cargo de las deudas de la familia, trabajando arduamente como viajante de comercio, contentándose con sus esfuerzos y brindando a su familia la bonanza, comodidad y tranquilidad que el dinero puede otorgar. Esta situación cambió cuando, a causa de su aspecto, Gregorio fue recluido en su habitación y despojado de la presencia de los suyos. Así, este joven observaba con añoranza las reuniones familiares de las que alguna vez fue parte. Aquí la cita que lo clarifica:

“[…] por la tarde, la puerta del comedor, en la cual tenía ya fija la mirada desde una o dos horas antes, la puerta del comedor se abría, y él, echado en su cuarto, en tinieblas, invisible para los demás, podía contemplar a toda la familia en torno a la mesa iluminada, y oír sus conversaciones, como quien dice con aquiescencia general; o sea ya de un modo muy distinto. Claro está que las tales conversaciones no eran, ni con mucho, aquellas charlas animadas de otros tiempos, que Gregorio añoraba en los reducidos aposentos de las fondas, y en las que pensaba con ardiente afán al arrojarse, fatigado sobre la húmeda ropa de la cama extraña. Ahora, la mayor parte de las veces, la velada transcurría monótona o triste.”(13)

La historia de Frankenstein fue distinta. Desde que abrió los ojos, a este ser se le arrebató la posibilidad de un hogar, de las charlas familiares, de los aprendizajes y los recuerdos conjuntos, ya que éste fue arrojado y abandonado al mundo.  Escondiéndose de los daños y las persecuciones humanas fue a parar a la cabaña de unos campesinos y, oculto a cierta distancia en un cobertizo, pudo contemplar, comprender y añorar lo que significaba un hogar, como aquí se visualiza:

“En un rincón, cerca de un pequeño fuego, se veía sentado un anciano con la cabeza apoyada entre sus manos en actitud de desconsuelo. La jovencita estaba ocupada arreglando la casa, pero de pronto sacó algo de un cajón, lo tomó en sus manos y se sentó al lado del anciano, quién, cogiendo el instrumento, empezó a tocar y a producir unos sonidos más dulces que el canto del mirlo o del ruiseñor. ¡Era una escena adorable, incluso para mí, pobre infeliz, que nunca antes había visto nada tan hermoso!”(14)

De esta forma, se puede deducir que, en ambas situaciones, y pese a las diferencias identificadas, el aspecto asqueante de los personajes principales de ambos libros: Gregorio y Frankenstein se hallan confinados a la soledad y a mantenerse escondidos para no perturbar ni horrorizar a su entorno; ambos están al otro lado de la felicidad, de la compañía y el calor de un hogar. Aquí, puertas, ventanas y cobertizos constituyen los obstáculos protectores que los resguardan y les permiten soñar con aquello que les es negado a causa de su repulsivo aspecto.


2. 3.  El creador, el odio, la venganza y la muerte

Otra de las diferencias fundamentales en ambas obras es la presencia del creador o el artífice que produce la transformación en Gregorio Samsa y que trae a la vida a Frankenstein. En La metamorfosis, Gregorio Samsa despierta convertido en un insecto. En todo el libro no se hace referencia al causante o la situación que produce este cambio a una especie de escarabajo; aquí no hay un culpable. Por consiguiente, Gregorio no odia a nadie, ni a sí mismo, por esta inesperada situación de la cual es víctima; tampoco odia a su padre que lo repudia o a su familia. Muy por el contrario, en Frankenstein, la consciencia del monstruo al descubrir al culpable de su creación, Víctor Frankenstein, infunde en el mal llamado engendro todo el odio y las ansias de venganza hacia su progenitor. La siguiente cita nos lo vivifica:

“Si no puedo inspirar afecto, sembraré terror. Sobre todo a vos, mi enemigo supremo, en tanto sois mi creador, os juro odio eterno. Id con cuidado: me voy a entregar por entero a vuestra destrucción y no me voy a detener hasta ver que vuestro corazón esté totalmente desolado, vas a maldecir hasta la misma hora en que nacisteis.” (15)

Gregorio Samsa es pacífico y obedientemente se recluye en su cuarto, rompiendo esta regla en contadas ocasiones que le generan el repudio y la violencia de sus familiares. Gregorio, exento del lenguaje, no puede expresar sus emociones, o intenciones. En contraposición, Frankenstein inundado por el dolor y la venganza demanda a su progenitor el antídoto para sus males, amenazándolo si es que sus peticiones no son concedidas:

“Cumplid con vuestros deberes hacia mí y yo cumpliré con los míos hacia vos y el resto de la humanidad. Si aceptáis mis condiciones, os dejaré en paz, pero, si las rehusáis, hartaré de las fauces de la muerte, hasta que estén saciadas con la sangre de los seres queridos que aún os quedan.” (16)

Gregorio Samsa con el pasar del tiempo, y viendo el asco constante de su familia, perdió el apetito, debilitándose hasta que se dejó morir de pena y agotamiento, luego de ver la desesperada actitud de la familia al querer deshacerse de él:

“—Queridos padres- dijo la hermana, dando a modo de introducción un fuerte puñetazo sobre la mesa—, esto no puede continuar así. Si vosotros no lo comprendéis, yo me doy cuenta de ello. Ante este monstruo, no quiero ni siquiera pronunciar el nombre de mi hermano; y, por lo tanto, sólo diré esto: es forzoso intentar librarnos de él.” (17)

Para la familia de Gregorio la respuesta a todos sus males es la extinción del bicho, el causante de todos sus tormentos. De esta suerte, cuando éste muere la noticia genera un profundo alivio en su familia:

“¡Miren ustedes, ha reventado! ¡Ahí lo tienen lo que se dice reventado! […] —Bueno —dijo el Señor Samsa—, ahora podemos dar gracias a Dios. Se santiguó, y las tres mujeres le imitaron. Grete no apartaba la vista del cadáver.-Mirad qué delgado estaba – dijo-. Verdad es que hacía ya tiempo que no probaba bocado. Así como entraban las comidas, así se las volvían a llevar. El cuerpo de Gregorio aparecía efectivamente completamente plano y seco.”(18)
Ilustración: Verónica Stella Tejerina Vargas

Mientras que el estado de Frankenstein es a la inversa, pues éste se mantuvo fuerte a causa del odio y la ira, resistiendo bajas temperaturas y sobreviviendo con poco alimento. De esta forma, inició una persecución contra su creador, manteniendo viva la llama de la venganza hasta el final de los días de su progenitor. Con la muerte del creador, el monstruo manifiesta que acabará con su vida. No obstante, no se tiene certeza de que el monstruo cumpliera con su palabra. Aquí el fragmento que lo visualiza:

“Me iré de su barco sobre el témpano de hielo que me trajo hasta aquí y buscaré el extremo más norte del globo. Prepararé mi pira funeraria y reduciré a cenizas este cuerpo miserable, para que sus restos no puedan arrojar ninguna luz sobre algún curioso y desgraciado infeliz que quisiera crear otro ser como yo. Voy a morir. Voy a dejar de sentir la angustia que ahora me consume y de ser presa de deseos insatisfechos e insaciables. Ha muerto el ser que me dio la existencia, y cuando yo deje de existir, de ambos pronto no quedará ni tan sólo el recuerdo.”(19)

En ambos libros, la muerte de los personajes es distinta. La de Gregorio es repentina, liberando a los suyos de los suplicios de la desgracia, mientras que en Frankenstein queda ejecutada la venganza con la muerte de su creador después de un largo tiempo, y permanece la duda del destino que correrá el mal llamado monstruo.


2.4 La naturaleza de ambos cuerpos

Finalmente, otro elemento que no puede quedar fuera del análisis es la naturaleza y las características de los cuerpos de Gregorio y de Frankenstein, ya que es a causa de éstos que son considerados fenómenos o monstruos. Así tenemos que el de Gregorio es, pese a su gran tamaño, más frágil que el de Frankenstein que tiene facultades sobre humanas. Los siguientes fragmentos nos permitirán identificar estas diferencias fundamentales:

“Ahora yacía atravesado en el umbral con su costado completamente deshecho. En la nitidez de la puerta, imprimiéronse unas manchas repulsivas. Gregorio quedó allí atascado […] En esto, el padre dióle por detrás un golpe enérgico y salvador, que lo precipitó dentro del cuarto, sangrando en abundancia.”(20)
“Lenta y todavía torpemente, tanteando con sus tentáculos, cuyo valor ya entonces comprendió, deslizóse hasta la puerta para ver lo que había ocurrido. Su lado izquierdo era una única, larga y repugnante llaga. Andaba cojeando, alternativa y simétricamente, sobre cada una de sus dos filas de patas. Por otra parte, una de estas últimas, herida en el accidente de por la mañana —¡milagro fue que las demás saliesen ilesas!— arrastrábase sin vida.”(21)
“Aquella grave herida, de la cual tardó más de un mes en curar— nadie se atrevió a quitarle la manzana, que así quedó empotrada en su carne, cual visible testimonio de lo ocurrido.”(22)

 

El organismo de Gregorio es frágil, queda herido fácilmente, y dadas sus proporciones le es difícil ingresar por la puerta a su habitación. En la necesidad de que éste se encuentre recluido, es su padre el que lo fustiga y maltrata para que lo logre. En contraste, el cuerpo de Frankenstein es de otra naturaleza y características, mostrando su fuerza y gran resistencia. Estas citas nos lo confirman:

“Además, estaba dotado de una apariencia espantosamente deforme y repugnante, ni tan sólo era de la misma naturaleza que los hombres. Era más ágil que ellos y podía subsistir con una dieta más rudimentaria, soportaba el frío y el calor más extremos con el menor daño para mi constitución, mi estatura era muy superior a la suya.”(23)
“Las montañas desiertas y los monótonos glaciares son mi refugio. Hace muchos días que vago por aquí. Las cavernas de hielo, que yo soy el único que no teme, son mi morada, la única que el hombre no me escatima. Bendigo estos desolados parajes, porque son más acogedores para mí que vuestros propios semejantes.” (24)
“Había salvado a un ser humano de la muerte y como premio ahora me retorcía de dolor por una herida que me había destrozado la carne y el hueso. […] Consumido por el dolor, juré odio y venganza eternos contra la humanidad entera. Pero el dolor de la herida me venció, me falló el pulso y me desmayé. A lo largo de unas semanas llevé una vida miserable en los bosques, tratando de curar mi herida. La bala me había entrado por el hombro y no sabía si seguía allí o lo había atravesado. En cualquier caso, no tenía medio de extraerla. Mis sufrimientos aumentaron aún más con el opresivo sentimiento de injusticia e ingratitud causada por aquella herida.”(25)

 

Si bien la naturaleza de los cuerpos de Gregorio y Frankenstein es diferente, algo en común son las heridas que les infringieron como resultado del rechazo de su entorno. Heridas en el cuerpo, causadas por la injusticia; heridas que laceran con mucha más fuerza el espíritu que el cuerpo, haciendo que ambos personajes carguen con el profundo dolor de su existencia.


Conclusiones

Franz Kafka, Mary Shelley y sus monstruos nos permiten analizar la naturaleza de ambos personajes en sus obras. Gregorio Samsa y Frankenstein son, de alguna manera, los alter egos de sus autores que se vieron reflejados en sus personajes. Como pudimos identificar por las citas presentadas, ambos seres comparten muchas similitudes:  están separados de la especie humana, son rechazados. Su sólo aspecto genera asco, repulsión, espanto, violencia y se quiere acabar con ellos.


Asimismo, ambas historias tienden a sensibilizarnos y solidarizarnos con lo monstruoso, con los engendros, con el bicho; ya que la diferencia, la incomprensión, la soledad y la violencia que sufren Gregorio Samsa y Frankenstein puede perfectamente cuadrar con cualquier persona que no encaje en el tejido familiar o social, debido a su diferencia o marcada singularidad. Nos sensibilizamos también al comprender los humanos anhelos de los monstruos que quieren ser aceptados y queridos, buscando darle sentido al sinsentido de la existencia. El amor, la solidaridad y los vínculos son los sentimientos que nos humanizan y sus contrarios los que nos alejan de la especie. Sin embargo, Gregorio Samsa y Frankenstein dan ejemplo de humanidad y bondad en relación con sus familiares, en el primer caso, y de su creador en el segundo.


Identificamos también, a través de las citas, algunas marcadas diferencias: Gregorio es pacífico, mientras que Frankenstein sufre otro tipo de transformación y se llena de odio. Gregorio poco a poco va perdiendo las ganas de vivir, contrariamente a Frankenstein, a quien el odio y la venganza le infunden fuerzas para seguir, para pelear en contra de su progenitor. La muerte es distinta en ambos engendros. Gregorio muere en soledad, de dolor y en el total abandono, frente al alivio que experimentan sus familiares. En oposición, Frankenstein, sufre por la muerte de su padre, ya que con él se va el lazo de amor-odio que los unía; ahora está verdaderamente solo.


Tanto Gregorio como Frankenstein son monstruos, pero de naturaleza diferente. Uno es débil, el otro es fuerte; uno se recluye en su habitación, el otro emprende viajes para vengarse de su progenitor. Gregorio no puede comunicarse con los suyos, alejándose aún más de la especie, ya que todos sus actos son mal comprendidos y rechazados. En cambio, Frankenstein aprendió a comunicarse; él puede suplicar, y amenazar.


Los cuerpos de Gregorio y Frankenstein son completamente diferentes. El primero es un lastre para el que lo porta, es un cambio abismal de su forma humana; la incomodidad está presente, sobre todo cuando debe retroceder para entrar en la angosta puerta de su cuarto que lo lacera por sus anchas dimensiones. Por su parte, el cuerpo hecho de retazos de Frankeinstein es de grandes dimensiones, es resistente al frío y veloz para trepar y desplazarse a grandes velocidades. Al mismo tiempo, puede resistir sin alimento. Sin embargo, aunque uno de los cuerpos es débil y el otro fuerte, en el fondo lo único que ambos buscan es la aceptación de sus allegados; una muestra de compasión ante su dura realidad, ante su soledad. A ambos les emparenta el anhelo de afecto, calor de hogar y de pertenencia. Por consiguiente, todos los fragmentos empleados en este texto nos muestran no sólo las diferencias existentes entre estos dos seres que fueron repudiados y rechazados, sino que, pese a los abismos que los separan, quedan hermanados por la crueldad humana y un duro final en soledad.


Finalmente, conmemorando los 100 años de la muerte de Franz Kafka y la vida de su invaluable legado es que hacemos eco sus sentidas palabras en relación al tipo de libros que debemos leer, confirmando que su obra La metamorfosis, al igual que Frankenstein de la escritora Mary Shelley son esa clase de libros que nos afectan como un desastre, que nos duelen profundamente como la muerte de alguien que quisimos más que a nosotros mismos. Ambas obras nos hacen sentir como desterrados en los bosques más remotos, como un suicidio. Estos libros son hachas que rompen el mar helado dentro de nosotros. He aquí su vital importancia para acercarnos a nuestra naturaleza humana.


SOBRE LA AUTORA

Verónica Stella Tejerina Vargas profesional boliviana – nicaragüense, magíster en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) del Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe (PROEIB Andes), en la ciudad de Cochabamba - Bolivia (2013). En esta ciudad obtuvo también su licenciatura en Lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, otorgada por la Universidad Mayor de San Simón (2006). Diplomada en Ciudadanías Interculturales por el Programa para la Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) (2009), e Interculturalidad y Descolonización por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello (IICAB) (2010), ambos en las ciudades de La Paz - Bolivia.


Además de realizar investigaciones en los temas de ciudadanía, interculturalidad y descolonización con pueblos indígenas y movimientos juveniles ha complementado su carrera académica con el de la fotografía y la ilustración artesanal/digital, ya que considera que el arte es poderosa herramienta creativa, generadora de reflexión, incidencia y transformación.

 

Notas de las citas empleadas:

(1)    Ruddy Orellana V. A 100 años de la muerte de Franz Kafka: todos somos Gregorio Samsa. Lecturas y Arte. Los Tiempos. 23 de junio de 2024:17.

(2)    Teresa Colomer. Estudio de la obra. En Frankenstein o el moderno Prometeo. 2002:217

(3)    Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:29

(4)    Mary Shelley.Frankenstein.2002:49

(5)    Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:45

(6)    Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:60

(7)    Mary Shelley.Frankenstein.2002:134

(8)    Mary Shelley.Frankenstein.2002:130

(9)    Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:18

(10)  Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:26-27

(11)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:99-100

(12)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:118

(13)  Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:56

(14)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:96

(15)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:132

(16)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:88

(17)   Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:69

(18)  Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:74

(19)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:205

(20)  Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:34

(21)  Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:35

(22)  Franz Kafka. La Metamorfosis. 1943:56

(23)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:108

(24)  Mary Shelley.Frankenstein.2002:89

(25)Mary Shelley.Frankenstein.2002:128 

 

[1] El padre de Franz Kafka, Hermann Kafka (1852-1931), nació en Osek, aldea de población mayoritariamente judía checo-hablante. Regentó un negocio textil que contaba con 15 empleados cuando Franz nació. Su madre Julie Löwy (1856-1934) era de familia germano hablante perteneciente a la burguesía judeoalemana. En su ámbito había profesores universitarios, bohemios y artistas. https://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka

[2] Mary Godwin Wollstonecraft nació el 30 de agosto de 1797 en Somers Town, Londres, Reino Unido y falleció el 1 de febrero de 1851 a los 53 años. Su madre fue Mary Wollstonecraft, una libre pensante impulsora de los derechos de la mujer y la emancipación femenina. Su padre fue William Godwin, un pionero del pensamiento anarquista nacionalista.

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