Verónica Stella Tejerina VargasI ENSAYO I BOLIVIA
El artículo explora la fascinación de Jaime Saenz por los insectos, revelando su simbolismo en sus obras literarias. Para Saenz, estos seres simbolizan una conexión profunda entre el hombre y la naturaleza, especialmente en su relación con la muerte y la soledad. La autora destaca cómo los insectos, usualmente despreciados, adquieren un valor poético y filosófico en los escritos de Saenz, reflejando la fragilidad y dualidad de la existencia humana. Además, subraya el impacto de los insectos en la infancia, cuando se revelan como símbolos de curiosidad y crueldad.
“Cuando escuchaba en mi corazón una voz de alarma, tanto más sentía la seducción del peligro, el que yo asociaba oscuramente con el origen de mi deslumbramiento –la luz, y el fuego que fulmina a una deslumbrada mariposa nocturna. Qué misteriosa atracción ejercerá sobre el insecto, cuando éste quiere entrar dentro de la luz y se quema [1]. Si por ventura el insecto tuviese noción del peligro, no podría cumplirse el milagro, esa penetración dentro de la luz”. (Jaime Saenz. Los papeles de Narciso Lima- Achá.2008:266-267)
Los insectos comparten nuestro mundo, o en realidad nosotros compartimos el suyo, ya que ellos dominan el planeta por su cantidad y diversidad. Sin embargo, en un contexto donde se impone la lógica y la práctica humana, los exterminamos sin piedad, por ser los causantes de enfermedades, perturbación o molestia. A su vez, los hemos utilizado para identificarnos con sus rasgos distintivos. Así, se tiene que si comparamos a alguien con una cucaracha o un mosquito, esto denota repulsión o desprecio. Por el contrario, ser considerados trabajadores como las hormigas o libres y alegres como las mariposas son cualidades destacadas. Es innegable que muchos de los insectos nos ocasionan fobias o pesadillas como en el caso de las arañas, generando que las miremos con temor, o por encima del hombro, más allá de maravillarnos por su singularidad o encanto.
Recordando el mes natalicio de Jaime Saenz, (ocho de octubre de 1921), escritor paceño de gran trayectoria e inventiva, identificamos que el mundo de los insectos fue para él un rico territorio reflexivo, donde los inmortalizó de una forma particular a través de sus escritos, ayudándonos a descubrir una manera distinta de observarlos y relacionarnos con ellos. Por tanto, el presente artículo rescatará algunos fragmentos de su obra, la que nos permitirán adentrarnos en un universo noble; donde los ojos, las patas, las antenas y la pequeñez son bien valoradas, como de inicio lo manifestó el autor en esta cita:
“Por lo tanto ama al pino, porque es él tu único amigo, la única solución para que tú interpretes el misterio de los insectos, tan pavorosos y húmedos, tan razonablemente bellos, tan sutiles y blancos en el ámbito de sus estómagos. El insecto, en cierto modo, es el creador del hombre, porque le da la piedad y la medida de su grandeza. Ama al insecto, ten fe en él y no le des muerte nunca. Es el espejo de tu propio ser. Ámalo en vida, e inventa formas de tumba para él luego de su muerte.”(Jaime Saenz. Poesía reunida.2015:42)
Jaime Saenz nos incita a observar detenidamente a estos exóticos seres, revelando la piedad o crueldad que llevamos dentro cuando estamos solos y en contacto con el mundo de lo pequeño. Asimismo, el autor va más allá, pidiendo que no se mate a ninguno de ellos, y si éstos mueren, nos invita a tratarlos con respeto y solemnidad para darles una digna sepultura. Para el escritor los insectos son seres que merecen nuestro amor y cuidado, pues están en una escala similar a la humana, o incluso más elevada, al considerarlos como creadores del hombre.
Por otro lado, el escritor relaciona el tiempo de la niñez con nuestros primeros encuentros con estos extraños seres, generándonos espanto o llanto por su aspecto o picaduras, pero también sorprendiéndonos en sus formas, colores y vistosidad. La infancia es el tiempo donde tenemos contacto con las primeras revelaciones de un mundo distinto al humano, ya que los insectos son nuestro primer encuentro con lo visiblemente diferente en su tamaño, color, diseño y comportamiento, haciéndonos pensar en seres de otro mundo. Las palabras de Saenz nos ayudan a profundizar lo expuesto:
“Rosados, amarillos, a veces color barro, otros negros, con motitas sangrientas ya en la caparazón, ya en la barriga o en las patas, los ojos ebriamente fijos en la penumbra, se mueven los insectos, vivaces y pequeños, pesados grandes como yo, y me pregunto: cuál y cómo, ha sido la impresión que te causó el primer insecto de tu vida, en la plena niñez. Ha debido de ser espanto, de sorpresa ante el nuevo conocimiento. De inutilidad - terror, de blandura colorida, de celeridad substancial y mandibularia. Pero lo más importante dentro del historial de los insectos y tú, es el primer grupo de tu experiencia. Delinea la niñez, la amarga niñez que todos tenemos.”(Jaime Saenz. Poesía reunida.2015:41)
Los insectos son trascendentales en la etapa de la infancia. Si bien nos atrapan por su extrañeza, captando nuestra atención, es aquí que descubrimos nuestro poder para dañarlos, por la gran curiosidad que nos impulsa a arrebatarles la vida con el manotazo, el zapatazo y con distintas formas de maltrato. La bondad infantil va a la par de la crueldad, no podemos negarlo, ésta se deleita quemando, atrapando y diseccionando a los insectos que por desventura se cruzan en el camino de la niñez humana. Quizá por esto el escritor habla de una amarga niñez por la que todos atravesamos, porque vamos descubriendo y calibrando nuestras fuerzas creadoras o devastadoras, las cuales nos sorprenden y generan perplejidad, ya en la etapa adulta, como lo exponen las siguientes palabras:
“Te has muerto y ya no puedes volver a mí, pequeño insecto. Te he aplastado con mi mano, te he abominado por repugnante, y ya no puedes volver a mí. Al pie del pino, yo te dejo solo y muerto, arrastrado hacia lo eterno por la fertilidad de tus patas. Yo te veo, y lloro de tu propia soledad, porque eres mi soledad, mi propia hambre, mi propio destino. Mi propio deseo de amar con el canto de todos los seres que puedan hacerse tan milagrosos como las moscas. Eres mi atardecer insecto. Mi verde figura de hoja, la verde figura de la tumba en tus pómulos y en tus ojos oblicuos. Eres el dolor de mis huesos y el motivo de mis cabellos, insecto, majestuoso mensajero de la biología” (Jaime Saenz. Poesía reunida.2015:43)
Lo considerado grotesco es atacado por la mano humana. No obstante, al contemplar la muerte del insecto, el asesino se ve reflejado en la soledad del abatido y compara su triste destino pues, al final, tanto hombre como insecto comparten la muerte implacable. La muerte que se convierte en el gran golpe y manotazo que nos aplasta la vida en el momento menos pensado.
Al mismo tiempo, el ser que destripamos sin contemplación se convierte en único compañero silencioso en nuestra tumba, éste se alimentará de nuestra carne, cobrándose todas nuestras crueldades hasta llegar a la raíz de nuestros huesos. Paradójicamente, muchos insectos terminarán despertando a la vida, gracias a nuestra muerte y oscuridad, pues la penumbra es el lugar donde los insectos habitan y se refugian como lo señaló Saenz: “Hay un ser, dice la voz, que siempre vive en la penumbra, o sea en el lugar donde moran los insectos. Ese lugar tiene un olor que nadie conoce, porque habría que convertirse en insecto para conocerlo. Es un lugar llano, húmedo y musical, negro como el punto de partida de las arterias, así, rumoroso como todo lo que hay en el cuerpo.” (Jaime Saenz. Poesía reunida.2015:41)
Efectivamente, el cuerpo humano se convierte en el mundo de los insectos cuando uno muere siendo su sustento y vida; más también, el autor nos comparte sus percepciones y experiencias sobre la presencia de los insectos como acompañantes de los humanos, fieles guardianes de la adversidad que se adaptan a la carencia, la miseria y a los momentos previos de la muerte. Aquí dos citas que lo visibilizan:
“La cara se le pone reluciente, y, mientras en ella se dibuja un gesto, mezcla de pasmo y de terror, se diría un fantasma quien resuella. Y llega un momento en que los piojos comienzan a huir del cuerpo. En algún momento, el aparapita hace un esfuerzo prodigiosos: el último esfuerzo de su vida, esta vez para no desplomarse en plena bodega.” (Jaime Saenz. Felipe Delgado.2007:133-134)
“El viejo adoptaba un tono sardónico. Y mientras la extraña semejanza quedaba en algo desvirtuada por la hinchazón de las mejillas que colgaban como barbas, ofreciendo un aspecto lúgubre, según miraba Delgado, de pronto se dejó escuchar un zumbido, muy vagamente. Pues el viejo parecía ignorar una mosca, una mosca muy pequeña, que aleteaba en la cavidad de su oreja, y de eso no salía; allí se estaba siempre, sin levantar el vuelo, al haber estado siempre, al haber nacido allí.”(Jaime Saenz. Felipe Delgado.2007:413)
En la primera cita, identificamos a los piojos como acompañantes de los aparapitas, o cargadores aimaras que moraban en las cercanías de los mercados para ayudar a transportar pesados bultos o bolsas. Estos personajes alternaban sus actividades con periodos largos de bebida en las tabernas o bodegas. Según los relatos de Saenz ellos podían beber hasta morir, siendo una señal de tal acontecimiento la huída de los piojos que, sintiendo el pronto deceso, escapaban del cuerpo; cual pasajeros que dejan un barco que se hunde, o un cuerpo que se desploma. La segunda cita nos muestra a otro personaje, un viejo pordiosero que tiene por cercana compañía, sin percatarse, una pequeña mosca nacida en su oreja. En ambos casos los insectos hacen del cuerpo humano su hogar compartiendo sufrimientos e infortunios.
Asimismo, el mundo de los insectos del cual nos habló Saenz retrata a seres que son dignos de compasión, combatiendo el desprecio o asco que generan. El autor nos brinda una mirada profunda que identifica similitudes entre los insectos y el hombre. Éste último aunque quiera sentirse superior, fracasa en su intento, pues, tanto el insecto como el humano están en el mundo a merced de las adversidades que inesperadamente pueden arrebatarnos la vida. Aquí dos fragmentos que reflejan la mirada que tenía el escritor sobre las moscas: “Contentémonos con mirar amigablemente a las mosca, como a nuestros iguales, con un poco de benevolencia; porque ¿quiénes somos nosotros para sentirnos superiores a las moscas? Nosotros somos poetas prácticos, y por eso mismo decimos: pobres moscas; que se estén las pobres moscas.” (Jaime Saenz. Felipe Delgado.2007:119)
“Todo poeta es humano, y como humano, ama a las moscas. El poeta no tiene por qué menospreciar a las moscas; por el contrario, el poeta enaltece a las moscas. Sin ir muy lejos, todos nosotros aquí en la bodega, en nuestra calidad de poetas prácticos de la más cara escuela, amamos las moscas, por lo mismo que conocemos el sufrimiento […] Nosotros sabemos lo que es el hambre; nosotros somos sensatos y sufrimos; nosotros no somos quiénes para menospreciar a las moscas.” (Jaime Saenz. Felipe Delgado.2007:119)
En ambas citas podemos identificar un sentimiento de clemencia ante las moscas. Empero, aquellos individuos sensibles que se detienen a mirar en profundidad, a desentrañar el misterio de lo aparentemente insignificante, ven y sienten en otra magnitud. Aquí se encuentran los poetas prácticos que se comparan con las moscas, se conduelen y las dejan tranquilas. De igual manera, Saenz nos deja reflexiones ocurrentes sobre el accionar de las moscas, insecto que captó su atención, como se percibe en esta cita:
“Pues Delgado como buen conocedor de las moscas tenía sus buenas razones para asegurar que ellas, las moscas, se te acercaban y te mortificaban por el puro afán de supervivir, y en tus gestos y movimientos, ellas precisamente buscaban excitar su propio deseo de vivir y de volar, mientras que tú, con golpes y manotazos, las hacías vivir, para tormento tuyo y del género humano. En vista de ello, había que dejarlas estarse allí donde se estaban, consumiéndose de odio y de terror ante la indiferencia con que las mirabas tú […]. Felipe Delgado era tal vez una mosca, y sabía que el hombre que se confunde y que se espanta frente al mundo que lo rodea, ha de procurar ponerse a salvo, buscando un mundo de silencio y de tinieblas.” (Jaime Saenz. Felipe Delgado.2007:514)
No podemos ignorar los molestos ataques que hemos recibido por parte de las moscas a lo largo de nuestras vidas. Ellas se abalanzan hacia nosotros, sin importar la diferencia de tamaño ni peso. Ellas se acercan desafiantes, sobrevolando nuestras cabezas, posando sus veloces patas en nuestras orejas y zumbando sin parar, y pese a nuestras persecuciones, no se dan por vencidas. Ellas ganan siempre que nos enfademos, tropezando irasciblemente, vociferando hasta exterminarlas. Es incomprensible su afán por exacerbarnos, sin comprender que, en realidad retan a la muerte. Así, nos convertimos en el fuego que atrae a muchos insectos y los aniquila al acercarse demasiado. Por consiguiente, los insectos no le temen a la muerte, ellos no nos temen, porque nosotros nos convertimos en los guardianes de su liberación y al igual que ellos, nosotros también retamos constantemente a la muerte acercándonos a otros destellos, luces y fuegos.
Finalmente, regresamos a la cita inicial de este artículo, para reflexionar sobre una peculiaridad común que guardamos los humanos y los insectos: la necesidad de acercarnos a la luz y al fuego sin temor a quemarnos. El fuego, el fulgor, representa la vida en cuyo núcleo se encuentra la misma muerte que nos seduce y atrae. Por ende, nos arrojamos como insectos hacia la experiencia del vivir; con la intuición de que es la misma vida la que nos aniquila. Por eso, vamos confiados, incitando a que la potente luz nos devore. En conclusión somos, al igual que los insectos, frenéticos kamikazes que estallamos en pedazos, honrando la vida a través de nuestra propia muerte. A continuación cerramos este escrito con la cita íntegra que nos hermana con el mundo de los insectos. Un mundo revelado en los escritos de Jaime Saenz, un observador que se atrevió a ser luz, oscuridad, fuego, vida, muerte e insecto:
“Por lo demás, el deslumbramiento era la cifra de mi vida; yo estaba deslumbrado, simplemente, y vivía pendiente de ese maná del cielo. Cuando escuchaba en mi corazón una voz de alarma, tanto más sentía la seducción del peligro, el que yo asociaba oscuramente con el origen de mi deslumbramiento –la luz, y el fuego que fulmina a una deslumbrada mariposa nocturna. Qué misteriosa atracción ejercerá sobre el insecto, cuando éste quiere entrar dentro de la luz y se quema. Si por ventura el insecto tuviese noción del peligro, no podría cumplirse el milagro, esa penetración dentro de la luz. Ahora el hacerlo con plena consciencia del peligro, eso sí sería un verdadero milagro: el aniquilamiento a cambio de la fusión con la luz. En cambio, muchos se queman porque sí, o se queman sin saber lo que hacen, y luego desaparecen como si nada, pudiendo haberlo hecho milagrosamente, como quien quisiese conquistar la eternidad. […] En fin, será necesario asumir el culto al fuego. Se deberá hacer las cosas sin temor a quemarse.” (Jaime Saenz. Los papeles de Narciso Lima- Achá.2008:266-267)
Bibliografía consultada
Jaime Saenz, (2007) Felipe Delgado (Novela). Plural. La Paz.
____________(2008) Los papeles de Narciso Lima – Achá. Plural. La Paz.
____________(2015). Poesía reunida (El escalpelo. Cuatro poemas para mi madre. Muerte por el tacto. Aniversario de una visión. Visitante profundo. El frío. Al pasar un cometa. Recorrer esta distancia. Bruckner. Las tinieblas. La noche.) Plural. La Paz.
[1] El resaltado de las citas es nuestro.
SOBRE LA AUTORA
Verónica Stella Tejerina Vargas profesional boliviana – nicaragüense, magíster en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) del Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe (PROEIB Andes), en la ciudad de Cochabamba - Bolivia (2013). En esta ciudad obtuvo también su licenciatura en Lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, otorgada por la Universidad Mayor de San Simón (2006). Diplomada en Ciudadanías Interculturales por el Programa para la Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) (2009), e Interculturalidad y Descolonización por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello (IICAB) (2010), ambos en las ciudades de La Paz - Bolivia.
Además de realizar investigaciones en los temas de ciudadanía, interculturalidad y descolonización con pueblos indígenas y movimientos juveniles ha complementado su carrera académica con el de la fotografía y la ilustración artesanal/digital, ya que considera que el arte es poderosa herramienta creativa, generadora de reflexión, incidencia y transformación.
Quiero felicitar a la, autora y al poeta, por ésta ponencia literaria y explicativa del arte de percibir mundos más pequeños que el nuestro, y poder comprender el inmenso universo de lo intangible pero visiblemente, o mejor dicho sensiblemente bello..
Atte: Lucas. 🌱