Fernando Vargas Valencia I POESÍA I COLOMBIA
El poeta colombiano comparte la segunda selección de sus textos poéticos donde combina música, danza y mística.
La Habana, 31 de diciembre de 2022
LA ESENCIA DEL GUAGUANCÓ
"La esencia la traigo yo, pa que gozen,
Escuche usted la esencia del guaguancó"
Tite Curet Alonso en la voz de Pete "Conde" Rodríguez
Encontré la esencia del Guaguancó en una casona del 10 de Octubre de La Habana. La había visto en sueños, en aproximaciones que eran el sincretismo de lo que queda en mi sangre del Caribe. Uno de los más longevos babalawos de Cuba impulsaba con su canto la fuerza de otros sacerdotes de Orula al son de un tambor y de un trozo de hacha que sonaba como las campanas de Arsenio, de Chano o de Vilató. Es el legado de los ancestros que hacían música con sus cadenas en los barcos negreros. "Moyugba al Orisha" cantan los Babalawos que abren el camino a la letra del año y la tierra tiembla. Ese sacudir telúrico golpea mi sangre y soy puro corazón. Esa es la esencia de mi propio Guaguancó. Llevo a mis propios dioses en mí, son la memoria que es una sola biología entre mi ahora y mis muertos. En la voz del Awo están las enseñanzas de mi abuelo Alberto. Él me hizo lo que soy. La poesía es la tierra que espera que le devolvamos algo de tanto que nos da. La poesía es el Awo abriendo el camino con el canto a las cuatro esquinas. El Awo es mi abuelo hablándome en canciones. Mi abuelo y yo somos la esencia del eterno Guaguancó que fundamos aquel año nuevo en el que me ofreció su vino y me hizo prometerle cuidar nuestro linaje.
La Habana, 31 de diciembre de 2022
TARDE EM SUA BOCA
(Al espíritu de Vinicius de Moraes, dueño de las esquinas de Salvador de Bahía)
Esta tarde no tiene el sol del Bossanova de Vinicius y Toquinho. Llueve sobre tu boca y yo me embriago del sol de tus labios, caminándote como una ciudad en la que la noche será, a la manera de Tite Curet, “como boca de lobo”. A Vinicius se le olvidó advertir que en Itapuã también puede llover a cántaros. Que los vientos de Yansá, humedecidos de tormenta y de rocío sin flor, despiertan lo más profundo del Atlántico sur al que llegan ya marchitas las rosas marinas del pedacito de Caribe que va de La Habana a Matanzas. La poesía está en las manos ágiles de un Toquinho de casi 80 años, más vital que estos pies cansados de andar, pero nunca de bailar; un poco menos loco que la felicidad de asir un cuerpo desnudo en medio del aguacero. Entre el Guaguancó y la Samba solo hay un Orixá de distancia. En Salvador de Bahía el sol sale de noche, es un disparo de oro en los senos de las bailarinas, entre collares hechos de raíces, en el rostro de los pescadores que hacen música con sus redes en pleamar. Llueve agua dulce que agita al mar y hasta el más secular de los fantasmas reconoce en esa danza el encuentro entre dos diosas. Música y poesía son el abrazo que me das cuando menos lo espero, cielo sin estrellas, luna que dinamita las playas imposibles. Luna dadora de las playas que se desploma con el arpegio de una guitarra. “Falar de amor en Itapuã” es mirar tus ojos hasta quedar sin voz. Mar bravío del vientre que palpita en unas manos sedientas del ardiente sol del que hablan las canciones inmortales. Breve eternidad de un beso con sabor a cachaça.
Salvador de Bahía, Brasil, octubre 5 de 2022
CONVERSACIÓN CON UNO MISMO
Se te van las horas en un espiral que de tanto correr no se desplaza. Se te van los pensamientos en canciones que gritas hasta quedar sin voz, en evocaciones de frutos dulces que devoras con afán… hasta quedar sin gusto. Se te van los días recorriendo cuerpos imaginarios que juegas a perder en el pasado: ese cúmulo de huesos rotos por el deseo calcinado está vivo a fuerza de memoria, aunque sus dueños no estén presentes. Los diminutos filos del dolor se convierten en el privilegio de cansarse, en el ritmo impío de la desazón. Los colores se mezclan hasta dar con la oscuridad: no hay matices para este encuentro con la nada. Es el todo por el todo: toma tus propias manos y camina a ciegas por tu propia línea de equilibrio. Sé el malabarista de tus miedos. Que caer sea también tu forma de volar.
SOBRE EL AUTOR
FERNANDO VARGAS VALENCIA. (Bogotá, Colombia, 1984) es Abogado especialista en derechos humanos, magister en sociología. Ha publicado diez libros de poesía durante veinte años de labor poética. En 2013 preparó la antología Solo la herida: veinte poetas jóvenes colombianos para El Quirófano Ediciones (Guayaquil, Ecuador). Ha combinado sus acercamientos a la poesía con el ejercicio de su profesión al servicio de los derechos humanos de las víctimas del conflicto armado colombiano. Ha sido invitado (y algunas veces, des-invitado) a festivales de poesía en Colombia, Cuba, Costa Rica, El Salvador, Ecuador, Nicaragua, México, Venezuela y España. Incluido en dieciocho antologías de nueva poesía colombiana e hispanoamericana.
Bibliografía activa de poesía:
El Espolio (con su abuelo Alberto Valencia, Bogotá: Magia de la Palabra, 2000), Cuentas del Alma (Bogotá: Magia de la Palabra, 2001), Silencio Transversal (Bogotá: Isla Negra, 2007), Épica de los Desheredados (dos ediciones, Bogotá: Isla Negra, 2010; Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2014), Canto Abacua (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012), Apesadumbrado fantasma (Ibagué: Caza de Libros, 2013), Narcisismos Distantes (Guayaquil: El Quirófano, 2013), Reo de las Sombras (Lima: Viringo Cartonero, 2014), Postales desde Ciudades Insomnes (dos ediciones, Bogotá: Común Presencia, 2015; San José de Costa Rica: Casa de Poesía, 2015) y Sudeste (Bogotá: Uniediciones, 2018).
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