por Verónica Stella Tejerina Vargas I ENSAYO I BOLIVIA
El 30 de agosto se celebra el natalicio de Mary Shelley (1797), autora de "Frankenstein o el moderno Prometeo", novela que continúa fascinando y causando pesadillas hasta el día de hoy. Inspirada en la obra de Shelley, la escritora boliviana Verónica Stella Tejerina Vargas nos presenta una ilustración y un texto que nos arroja a la compleja psiquis del afamado monstruo.
“Oh, Frankenstein, no seáis equitativo con todo el mundo menos conmigo, a quién le debéis un trato no sólo más justo, sino más clemente y afectuoso. Recordad que soy vuestra criatura. Habría de ser vuestro Adán, pero más bien soy el ángel caído, a quien habéis privado de toda alegría sin haber hecho nada malo. Mire donde mire, veo felicidad, y yo soy el único que está irrevocablemente excluido. Yo era bondadoso y bueno, y la desgracia me ha convertido en un demonio. Hacedme feliz y volveré a ser virtuoso” (Mary Shelley. Frankenstein. 1818)
La caída, el caer, el resbalar, o el ser arrojados, el precipitarse al oscuro vacío de la desesperación, sin comprender muy bien las causas ni la fuente del dolor. Y es que el mundo nos arroja febril hacia los lobos, ante la jauría que nos desgarra la piel del alma, porque también es inevitable que la vida nos duela. Todos somos criaturas monstruosas, rechazadas y deformes, ¿a quién le importa el color y la voz de nuestro llanto? ¿el frío de nuestras pieles? ¿Es que hemos sido abandonados en el confín de la creación? Nuestras deformidades no deben ser expuestas, la sociedad nos lo demanda, lo grotesco debe ser escondido, callado e ignorado; sólo lo prolijo, compuesto, bello y luminoso tiene la oportunidad de alcanzar la ansiada felicidad, aunque quizá, todo esto también sea una ilusión, ya que lo monstruoso tiene, asimismo, bellos disfraces y todo, tarde o temprano, cae, resbala, es arrojado y precipitado al oscuro vacío de la desolación.
¿Dónde están nuestros creadores? ¿Es que se divierten al vernos sufrir? ¿al vernos revolcarnos en el sinsabor del abandono? Tocará rebelarnos, aniquilarlos sin piedad, cercenarles la cabeza y el latido, dejar de exigir que nos devuelvan el amor perdido, la felicidad o la codiciada virtud. Toca rebelarse frente a la crueldad y el desprecio de las frías miradas que hielan la sangre y el corazón. Basta de pedir auxilio, basta de rogar clemencia y afecto, basta de tanta humillación. El mundo de lo monstruoso es más fuerte de lo imaginable, y es bello, pese a lo pensado… es bello, profundo y cálido, porque es más humano que lo humano a causa de cada caída, de cada golpe, de cada fracaso y desilusión, de cada lágrima vertida.
Los creadores han perdido el horizonte al infringirnos tanta tortura, tanta batalla. Sin embargo, nos hemos vuelto más poderosos y sensibles; ellos, más duros y esquivos. ¿Por qué nos desprecian y rechazan? ¿por qué nos lastiman? Luego de tanta injusticia hacia sus criaturas, hacia su obra, una obra defectuosa, es que nos transformamos en obra creadora, obra que se libera del yugo abusador, del esperado afecto no correspondido. Ahora el trato justo emerge de uno mismo, la clemencia y la alegría; no hay nada malo que expiar, imperfecciones que esconder, culpas que cargar, ni desprecios que procesar. El fallido adán, el ángel caído abre sus alas que brotan de lo deforme, son alas potentes, capaces de surcar los más altos cielos y sueños, ya no importa la exclusión ni la soledad, sabemos transitarlas, escucharlas, ellas nos cobijan y enseñan.
La desgracia suelta sus garras opresoras, para alejarse y devolvernos la clara mirada, hemos matado a los creadores, a los generadores del dolor, del llanto y la desesperación, ya no habitan en nuestra mente ni horadan nuestros anhelos. Somos ángeles caídos, el proyecto fracasado, los demonios temidos, somos las pesadillas de los ángeles amados. Sin embargo, hemos aprendido a construirnos y reconstruirnos, a ser felices y virtuosos, nuestra hermosura es de otra calidad de luz y oscuridad, es para otros ojos; ojos profundos que saben mirar más allá de las formas deformes. Nuestra piel es para otras manos; manos que sienten el calor y la ternura de lo aparentemente frio y duro. Ya no somos indefensas y sollozantes criaturas, somos ángeles caídos que han aprendido a volar más alto que sus propios creadores.
SOBRE LA AUTORA
Verónica Stella Tejerina Vargas profesional boliviana – nicaragüense, magíster en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) del Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe (PROEIB Andes), en la ciudad de Cochabamba - Bolivia (2013). En esta ciudad obtuvo también su licenciatura en Lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, otorgada por la Universidad Mayor de San Simón (2006). Diplomada en Ciudadanías Interculturales por el Programa para la Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) (2009), e Interculturalidad y Descolonización por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello (IICAB) (2010), ambos en las ciudades de La Paz - Bolivia.
Además de realizar investigaciones en los temas de ciudadanía, interculturalidad y descolonización con pueblos indígenas y movimientos juveniles ha complementado su carrera académica con el de la fotografía y la ilustración artesanal/digital, ya que considera que el arte es poderosa herramienta creativa, generadora de reflexión, incidencia y transformación.
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