Laura Derpic Burgos es autora de "Del polvo de las esquinas" obra seleccionada como parte de la 5ta convocatoria "Letras e imagenes de Nuevo Tiempo" de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. La obra se puede adquirir en el Museo Fernando Montes o solicitar al correo electrónico: fundacion@fundacionculturalbcb.gob.bo
Boca 'e Loba conversó con la autora para conocer más detalles de su publicación.
Boca ‘e Loba (BL): ¿Cuáles fueron tus primeros autores favoritos o de referencia? ¿De estos autores qué aspectos utilizas en tu escritura?
Laura Derpic (LD): Es difícil saber cuáles fueron los primeros autores, realmente. No tengo claro si fueron los de la infancia o los de la adolescencia. Pero sí tengo presente el recuerdo del primer libro que elegí como tal. Libro, en tanto no fascículo o historieta, que tampoco fue algún otro que obligatoriamente tenía que leer en la escuela. Ese primer libro fue “Mujercitas” de Luisa May Alcott, cuando tenía 10 u 11 años. No sé cuántas veces lo habré leído y siempre me sorprendía. Me encantaban las aventuras de esa familia de mujeres que se las había arreglado para salir adelante con el padre ausente. Jo era mi personaje favorito y creo que, a partir de entonces, me empezaron a interesar ese tipo de personajes, aquellos que se salen de lo establecido o de lo políticamente correcto. Jo no era ni la más linda, ni la más frágil de la familia, tampoco la heroína de la historia o la más buena de todas. Era más bien falible, sensible, cometía errores, instintiva, etc. Creo que en mis personajes busco justamente esto, que sean cercanos, que tengan dificultades para lograr sus objetivos, o que en esa búsqueda encuentren otras cosas y se sorprendan con ellas.
A partir de ahí, recuerdo que Hermann Hesse me gustaba mucho, o bueno era ese autor sobre el que comentábamos con algunxs amigxs de esa época. Lo que me gustaba de Hesse, eran esos lugares tan lejanos, de otra época que nada tenían que ver con mi realidad. Me interesaba también cómo sus personajes iban descubriendo el mundo, tal como sucede en “Bajo las ruedas”; o toda la cuestión de Abraxas y el pájaro que rompe el cascarón en “Demian”, la resignificación de la vida, de las cosas, de los vínculos. Creo que, en mis historias, busco que los personajes redescubran el mundo que habitan, que tengan estos caminos a seguir y esas realidades que romper, para que el curso de las cosas cambie.
Después apareció “La Metamorfosis” de Franz Kafka, que viene a ser un poco el reflejo de cómo me sentía en mi adolescencia. Nos habíamos mudado de ciudad con mi familia y no terminaba de entender este nuevo hábitat y quizás, todas esas percepciones que tiene Gregor Samsa sobre sí mismo y lo que le rodea, era un poco lo que me pasaba a mí. Creo que ese extrañamiento en la percepción del mundo a partir de la palabra, es algo que me viene interesando desde entonces, ese fuero interno que busca entender su entorno, pero que lo interpreta de manera distinta, a partir de lo personal.
“Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, fue el anclaje en mi latinoamericanidad, leer esta historia en una lengua no traducida, sobre una realidad tan cercana y lejana al mismo tiempo, fue fundamental para pensar en esos resquicios que deja el estilo del realismo mágico de García Márquez. Creo que en la misma época leí “La casa de los espíritus” de Isabel Allende y, todas esas historias de las generaciones de generaciones de las familias, las historias de las casas grandes, las familias enteras, el paso del tiempo en esas casas, los pueblos, sus costumbres, de alguna manera tienen que ver con mi historia personal en Potosí. Cuando esa cotidianidad fantástica aparece de alguna manera en mi escritura, los considero como hallazgos que tienen algo de maravilloso en sí mismos.
Por último, la obra de teatro que más cercana sentí en esa época, fue el “Zoo de Cristal” de Tennessee Williams, por esa dulzura con la que atraviesan los personajes esas situaciones tan tristes, la fragilidad del mundo que va creando Laura. Cómo se va relacionando con la madre y el hermano, que tienen deseos y formas de ver el mundo tan distintos a los de ella. Y algo que todavía me sorprende, es cómo el conflicto se va construyendo tranquilamente como si no pasara nada. Justamente, esto último es el tipo de conflictos que me gustaría desarrollar en mi escritura, algo que no esté tan en la superficie, que se vaya armando tan silenciosamente, como lo hace Tennessee Williams en esta obra.
(BL): Tu obra se titula “Del polvo de las esquinas” ¿Por qué este título?
(LD): Cuando empecé a escribir esta obra, apareció el “polvo” como elemento, con una presencia constante en la escritura, y empezó a mutar, como lo ha hecho a lo largo de nuestra historia. Primero apareció con esa famosa frase del Genesis: “Hombre, acuérdate de que polvo eres y que al polvo volverás”. Después apareció como significante del acto sexual en la jerga de España y su posterior relación de ausencia en la Inmaculada Concepción, así como en la obra. También apareció como esa idea de que los seres humanos estamos hechos polvo de estrellas. Hasta que en un momento surgió la pregunta inversa: si los seres humanos estamos hechos de polvo, ¿de qué está hecho el polvo?
Investigando y recordando cosas, la respuesta que más me servía, a los fines de la obra, tiene que ver con algo vi en una clase de Criminalística (hace muchos años cuando estudiaba Derecho), en la que el docente decía que, era imposible no poder determinar quién había estado en una habitación donde se cometió un crimen, porque el polvo que se acumulaba en los rincones, muebles y otros, estaba hecho de microscópicos pedacitos de piel y pelos de las personas que habían estado en ese lugar. De esta manera, tomar las muestras correctas, era fundamental, para determinar el ADN de quienes estuvieron en ese lugar.
Todas estas acepciones de “polvo” sirven a los fines de la obra, pero principalmente esta idea de qué está hecho el polvo. Concretamente, sirvió para que José, descreído de la historia que le cuenta María, sobre aquel hombre que entró en su casa y le dijo que sería la madre de Dios; repite este procedimiento de formación del polvo e insiste en ir a la habitación de María para verificar si Dios realmente estuvo ahí.
En otro momento de la obra, el polvo vuelve a ser ese elemento multívoco y cuando José abandona a María y a Jesús, cuestionando a Dios por toda la mala ventura que tienen, a pesar de ser los padres del Salvador, termina siendo fulminado por un rayo. Lo único que queda de él en la escena, son sus zapatos llenos de polvo, que acompañará a María en lo que queda de la obra, mientras Jesús se va de casa a realizar “milagros”.
(BL): ¿Cómo surgió la historia de “Del polvo de las esquinas”?
(LD): Cuando fui a realizar el Máster en Creación Teatral en 2014 a la Universidad Carlos III de Madrid, una de las primeras tareas consistía en ir al Museo del Prado a ver la exposición “El Greco y la pintura moderna”, debíamos elegir un cuadro y escribir una escena. En esta exposición, se podía ver la influencia que había tenido El Greco en la pintura de los siglos XIX y XX, por la inmensa cantidad de reversiones que habían hecho de sus pinturas, Chagall, Picasso, Manet, Cézanne, Kokoschka, entre otros. Yo elegí “La Anunciación” del mismo Greco, pero sin muchas expectativas de escribir una obra sobre esta temática.
Sin embargo, a medida que iba avanzando mi experiencia de vida en Madrid, cada vez resonaba más en mí, Potosí, mi ciudad natal. Famosa por toda la plata que se extrajo del Cerro Rico en la época de la Colonia, justamente para llevarla a Madrid. Se decía que había tanta plata que se podía construir un puente de plata entre las dos ciudades. Y algo de esa arquitectura en algunos rincones de Madrid, me resultaban muy parecidos a las calles de Potosí, por supuesto más modestas. Pero había algo de ese procedimiento de reversión que me resultaba atractivo para investigar, en ese Madrid reversionado que yo había conocido en mi infancia en Potosí.
Algo parecido me sucedió con lo religioso. En cada esquina de Madrid, se podía encontrar alguna huella de un catolicismo más antiguo. Una vez más, esto me llevaba a Potosí. Tanto que, cuando veía las pinturas de El Greco, no podía dejar de pensar en los cuadros de Melchor Pérez de Holguín, pintor potosino que tiene en su estilo, mucho que ver con El Greco y seguramente se inspiró en él para hacer sus pinturas, un siglo después.
Entonces, “Del polvo de las esquinas” deviene en esto mismo, una reversión del mito de La Anunciación de María, desde una mirada crítica, que busca conectar Potosí con Madrid, así como ese puente, pero esta vez un puente de escritura.
(BL): En el proceso de escritura llegan momentos en que cuesta escribir, ¿cuál sección de tu obra te costó más trabajo, ya sea por la estética o por lo que se quería narrar?
(LD): Creo que fue muy complejo tratar de condensar tanta historia en tan pocas páginas. Si bien “Del polvo de las esquinas” es una obra de una duración promedio, siento que había tanto material que quedó afuera, que hubiese podido hacer una versión más larga, o una suerte de obra seriada, con mucho más desarrollo en cada aventura y peripecia de la vida de Jesús.
Sin embargo, hay algo del material, tal y como está, que llegó a donde tenía que llegar. Por más que, con el paso del tiempo, repiense y reinterprete mi propia escritura para llegar a la conclusión de que todo termina siendo perfectible y la corrección podría convertirse en la obra misma, por lo que también pienso que está bien dejarla como está.
Después, creo que me costó muchísimo el final, a diferencia de otras escenas que iban apareciendo más orgánicamente en la escritura, como la del inicio, que estuvo clara desde el principio. Si bien mi deseo era que el final sea diferente al del Jesús de la Biblia, y eso claramente está, me costó hacer el paralelismo con la historia universal. Yo no quería que Jesús resucite en mi historia. Una de las hipótesis, era justamente que, no existen los milagros como están descritos en la Biblia, por eso se devela el artificio y fallan. Si Jesús resucitaba, esta hipótesis se iba por los suelos. Pero si Jesús no resucita, hay cierta desilusión en ese procedimiento, y el final termina siendo un golpe bajo sin previo aviso, por más que sea una puerta para ver la realidad tal cual es y que, por tan insoportablemente aburrida, no la queremos ver.
(BL): ¿Qué elementos buscaste destacar al construir los personajes o los ambientes?
(LD): Sobre los personajes, mi objetivo principal era mostrar otras facetas poco exploradas de Jesús, María y José. A este fin, dejé la interpretación figurativa que se supone debemos hacer al leer la Biblia, para hacer una interpretación literal de los acontecimientos de la vida de Jesús y ponerlos en movimiento. De esta manera, podía actualizar el mito y dialogar con varias cuestiones que, en la actualidad nos estamos preguntando como sociedad.
Estamos viviendo un momento clave para nuestra historia, principalmente para las mujeres, y era algo que quería quede reflejado en la obra. Hasta ahora, por lo menos a mi generación, no le estaba permitido cuestionarse muchas cosas, como lo artificial que resulta la concepción de Jesús por medio de una paloma (o dicho con más propiedad, del Espíritu Santo), o la posibilidad de abortar como un derecho sobre el cuerpo de cada una, o que tener un hijo no sea una obligación, que los hijos no tengan que ser la salvación de los padres al estilo Messi, que salirse del mandato social o familiar es posible, que quizás no vinimos a hacer milagros a esta vida, y también la posibilidad de pensar qué hubiese pasado si Jesús era mujer.
Sobre los ambientes, no hice tanto el trabajo de variarlos mucho, el trabajo en realidad está en complejizar el paso del tiempo. Me interesaba que la obra pueda correr fácilmente del presente al pasado y de ahí al futuro, estando en un mismo espacio que se pueda resignificar en todos los otros espacios que no están. Ese espacio es el taller de carpintería de José, poco habitado en la historia oficial de Jesús pero que, me parecía potente a la hora de pensar en la obra.
(BL):¿Cuáles son tus proyectos literarios actuales? ¿Puedes contarnos un poco más sobre ellos?
(LD): Sí, en este momento estoy haciendo correcciones a un texto teatral llamado “El amor del desamor”, que trata sobre la concatenación de varias historias de amor que no se concretan o se difuminan. Una serie de desencuentros, cuya base teórica tiene que ver con cierto corrimiento del amor romántico, del mercado del matrimonio y la pareja perfecta que nos venden. Si la pandemia lo permite, esta obra se pondrá en escena este año en La Paz.
También estoy terminando una novela biográfica de una personalidad de la comunidad boliviana residente en Buenos Aires, para contar ese periplo de migración que significó el cambio total de vida para esta persona, y para muchas otras de la comunidad. Espero también que llegue a publicarse este año.
Y en el último tiempo, estuve escribiendo algunos ensayos, que se tiene planificado se publiquen también en un futuro cercano. Son diferentes escritos para Bolivia y Argentina. El primero se llama “Escribir Los Rubiecitos en Buenos Aires” que es una reflexión sobre lo que significó escribir esta obra de teatro sobre Bolivia, fuera de Bolivia, lo cual me permitió reflexionar sobre qué papel juega el lenguaje local y cómo se construye la identidad en otros contextos diferentes al propio. También está en proceso el ensayo sobre “La Chola Globalizada”, un texto que tiene que ver con una reflexión sobre el imaginario que generó la intervención artística que realizó el colectivo feminista “Mujeres Creando” en octubre de 2020, al vestir de chola un monumento de la reina Isabel La Católica en La Paz. Las reacciones y reflexiones, tanto a favor en contra, que reflejan los avances y rispideces que está generando el movimiento feminista en Bolivia, además de la construcción de nuestras identidades, la percepción de nuestra herencia cultural y cómo se la entiende en Bolivia en 2021.
Por último, continúo con la docencia, en breve lanzaré una serie de talleres virtuales de dramaturgia y acompañamiento de proyectos artísticos desde la escritura.
Reseña biográfica
Laura Derpic Burgos
Potosí, Bolivia. 1984.
Su trabajo se mostró en Bolivia, Argentina, España, México y Chile. Se formó como Dramaturga en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (Argentina) y realizó el Máster en Creación Teatral en la Universidad Carlos III de Madrid (España), donde ha realizado diferentes montajes, recibió premios, impartió talleres y gestiona diferentes proyectos culturales. En su escritura, investiga la palabra como generadora de nuevas realidades y la reescritura de mitos, interesada en agrandar los límites del lenguaje y combinar el teatro con diferentes artes, a partir de su mirada como mujer boliviana migrante. Al presente es docente del Programa de Cine de la Universidad Mayor de San Andrés, de la Escuela Andina de Cine en Bolivia y gestiona talleres de dramaturgia de manera independiente.
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