CHRISTIAN JIMÉNEZ KANAHUATY
Una historia que se escriba sobre cualquier tipo de literatura siempre estará marcada por la pasión y por las reiteraciones, aquellas que indican el camino hacia el descubrimiento y el azar. Algo que está muy dentro de cualquier experiencia de lectura es también la revelación de un mundo que se creía perdido o desconocido, y que a veces está clausurado por la inevitable distancia que impone la otra lengua en la que la literatura está escrita. Una lengua que responde a una historia y a una geografía. Que se nutre de su propia tradición y gesta su dimensión de vanguardia en el sentido único en el que la literatura lo puede hacer: la creación hasta las últimas consecuencias; aquella que fuerza el hilo de lo creado hasta el momento, lo lleva a otro nivel y explora otras formas de decir lo que se quiere decir sin dejar de investigar el alma humana.
Una de esas literaturas que se piensa a sí misma y se reconstruye en su forma y en su contenido es la francesa. Una literatura que podría bastarse a sí misma, pero que no deja de investigar e interactuar con las demás para entender el modo en que la estética de la prosa y la profundidad de la poesía pueden construir un universo de significados, mucho más cercanos a la propia experiencia de las personas concretas y en soledad que se resisten al simple transcurrir de los días.
Quizá la literatura francesa, por las propias resonancias impuestas desde la Revolución francesa y el enciclopedismo, se haya impuesto una tarea muy ardua y compleja: ser la consciencia moral y ética de la humanidad. Esto implica ser capaz de entender y descifrar el alma de las personas para convencernos que no somos tan diferentes, y que dentro de la comedia humana en la que estamos sumergidos hay espacio para la rebelión y la supresión de los vicios y los males que aquejan a las personas que desean más que ser un nombre, convertirse en destino.
También puede ser posible que, dentro de la gran tradición literaria, la literatura francesa haya quedado guardada como la memoria de un tiempo que terminó con la revolución industrial o el imperio de la modernidad. Así, la literatura le dejó el espacio a la filosofía y la sociología para interpretar el siglo XX. Porque para nadie es desconocido que la sociología que importa y la filosofía que establece holísticamente un acercamiento a la historia, la cultura, la política y la sociedad, sin despreciar el rigor y la solvencia conceptual, es creada en Francia como un esfuerzo adelantado por hacer del lenguaje una relación con el mundo de las ideas que pueda ser, al mismo tiempo, radiografía de un modo de pensar y actuar.
Por eso es que mucha de la filosofía realizada en Francia parece no ser filosofía, sino largas reflexiones o tratados sobre temas que en apariencia fueron tratados por la comunicación o las ciencias puras; y, sin embargo, cuando son tratados estos temas por la filosofía es como si se limara un hierro ardiente y se les sacará un color nunca antes visto.
Así ocurre con la literatura que quedó como piedra angular de la literatura moderna. Los nombres son muchos, pero es bueno anotarlos. Tenemos por un lado la reconstrucción de la realidad de forma impresionista a Emile Zola y luego el teatro del mundo, a través de la comedia humana que trata de ser un resumen ejemplar de las condiciones morales, culturales y de clase de una sociedad en transformación a lo largo del tiempo por parte de Balzac. Su esfuerzo sirvió para construir un modo de identificación social que ancla sus raíces en la pobreza de la ciudad y en la revolución que implica asistir al cambio de la política y la migración del campo a la ciudad. Por su parte, en otro tipo de esfuerzo, tenemos a Víctor Hugo que representa una cumbre que anuda la poesía con la narrativa para indagar en la emoción y en el sentimiento. Trabaja con el material de la historia para novelar episodios de la realidad y establecer las conexiones entre lo humano particular y lo sensorial, pero también en sus novelas organiza todo para que el hombre no esté separado de su contexto. Bajo esta premisa, en España Benito Pérez Galdós establece los episodios nacionales, una suma de más de cien novelas que tienen la labor de reconstruir la historia de esa nación para mostrar la vida de las personas y familias concretas. También el ejemplo de Balzac incide en el momento en que se piensa la literatura como otra realidad. Una no suplanta a la otra, pero si convive al mismo tiempo. Sí dialoga con ella y sí la puede resignificar.
Y sobre esa resignificación está Proust. En busca del tiempo perdido es quizá la construcción en prosa de toda una vida sobre el modo en que esa vida se desarrolla en tiempo real. No es sólo el libro sobre la memoria y la evocación, es la muestra de que el ejercicio de la escritura construye un mundo que es independiente del real. Hay un salto cualitativo entre Proust y lo hecho por Balzac y Víctor Hugo. Ése salto está fundado en la manera en que se enfrenta el acto de la escritura, ya no como una profesión o como una forma de hacer política desde las letras de ficción, sino como una manera de estar en el mundo y mostrarse a sí mismo del mismo modo en que se muestra la realidad, porque ambos son parte de un mismo sistema de decisiones y consecuencias históricas.
Sin embargo, Proust, además de realizar estos actos con la escritura, desde la publicación de En busca del tiempo perdido logró establecer un nuevo modelo para la novela moderna, influenciado por toda la tradición europea, pero también manifiestando un carácter de asimilación de la totalidad que es importante, porque a través de la memoria desea conectar cada punto del conocimiento con los demás y cada sujeto con cada anécdota y cada historia con cada época. Todo tiene lugar dentro de la historia que escribe Proust y todo tiene sentido porque cada una de sus secciones y partes del libro tocan fibras muy sensibles de la vida de las personas.
En ese sentido, es importante pensar que de ahí en más la literatura francesa ha bordeado el terreno de la experimentación y del realismo, uniendo géneros y haciéndolos explotar desde su interior para dotar a la novela de un estilo y de una forma inéditas. Las experiencias de George Perec y del objetivismo lograron también influir en la literatura en español y logró ,de esa forma, dar un nuevo sentido a la prosa que no necesitó de la realidad para construir un sentido sobre el mundo material.
Emmanuel Carrere quizá hoy en día es el escritor más importante ya no sólo de su generación, sino de su lengua. Esto quiere decir que el Francés también es una lengua que se mueve en el tiempo y que se transforma según las condiciones sociales e históricas que producen incertidumbre en las personas que se acercan al mundo con la intención de interpretarlo y representarlo; esto funciona porque la propia cultura francesa permite que la novela sea un artefacto social que se consume socialmente y desde el cual se pueden establecer juicios y preguntas sobre el presente, futuro y pasado del país y su identidad en relación al resto de Europa.
Brevemente, por estas razones, una inmersión a la literatura francesa puede dar como resultado la creación de una nueva visión sobre el oficio de la novela y sobre las posibilidades que desde ella se desprenden para construir un discurso social y estético que generen acercamientos a los problemas reales del mundo contemporáneo. También indaga la posibilidad de que la novela lo resiste todo en cuanto a su forma y en cuanto al modo en que construye su imaginario social: puede ir desde el realismo político hasta la intimidad clausurada por las exclusiones y las revueltas emancipatorias. Esto sin dejar de lado que la creación es una instancia de la imaginación en la que también está presente la política de los cuerpos y de los recuerdos, y que, en muchos casos, la literatura se vincula con la filosofía y la historia porque trabajan, las tres, sobre el mismo material: el ser humano en su condición de producto de las revoluciones del siglo XVIII y, sobre todo, de la Revolución Francesa y la carta de derechos. En cierto modo, también la novela puede pensarse en Francia como una consecuencia no esperada del enciclopedismo y de la renovación de las humanidades, pero este sentido de la novela y de la literatura es algo que quizá no sea sólo característico de Francia. Aun así, el rasgo importante es que dentro de toda escritura se halla una tradición y en este momento se hace tangible que la tradición de la novela francesa permea el modo en que leemos y escribimos ficción y el modo en que pensamos la forma y el artefacto narrativo.
Aquí resta claramente pensar la poesía, que en sí misma es un universo que cambió de formas mucho más veloces que la novela y que, por ello, supera el interés de este breve ensayo que sólo se propuso en su construcción organizar una serie de ideas alrededor de la novela. Deja, entonces, de momento, de lado a la poesía para ser abordada en otro momento.
SOBRE EL AUTOR
Christian Jiménez Kanahuaty (Bolivia) ha publicado dos novelas, "Invierno" (2010) y "Te odio" (2011), con la Editorial Correveidile. La novela "Familiar" (2019) fue publicada por Editorial 3600. Su más reciente obra se titula "Paisajes" (Ediciones E1, 2020). Ha contribuido con su poesía a varias antologías como "Cambio Climático, panorama de la joven poesía boliviana" (Fundación Patiño-Bolivia); Tea Party I (Cinosargo editores-Chile), Traductores del silencio (Sanatorio editores-Perú) y Sucia Resistencia (Ed. Groenlandia, España).
Varios cuentos suyos han sido publicados en antologías como "La nueva generación" (Ed. Correveidile-Bolivia, 2012) y "de Imposibilidades posibles" (Ed. Kipus-Bolivia, 2013). "Nuevos Gritos Demenciales, antología del cuento de terror" (Ed. 3600. La Paz, 2011), "Una espuma de música que flota. Antología de cuento Bolivia-Ecuador" (Editorial Jaguar, 2015) y en la revista Intravenosa de Argentina.
Dentro de su obra de no ficción destacan el libro "Ensayos de memoria" (Autodeterminación, 2014), "Bolivia. El campo académico, cultural y artístico 2003-2016" (Autodeterminación, 2017), "Movilización indígena por el poder" (Autodeterminación, 2012), La maquinaria andante (Abya-Yala, 2015) y Distorsiones del colonialismo (Autodeterminación, 2018). Sus últimos trabajos publicados son el ensayo titulado "Roberto Bolaño, una apropiación" (2020).
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